Otra de las actividades que hicimos durante este primer trimestre de curso 2018- 2019 en los coles fue iniciar un experimento para averiguar si es verdad que los ajos y las leguminosas (en este caso habas y guisantes) no se llevan bien en el huerto.
Uno de los puntos de partida primordiales en un huerto ecológico es entenderlo como un ecosistema en sí mismo, compuesto por un motón de elementos bióticos y abióticos que se interrelacionan entre sí dando lugar las funciones y características concretas de dicho ecosistema.
A la hora de diseñar y planificar el huerto es imprescindible que tengamos en cuenta esta premisa: el huerto es un ecosistema, y por lo tanto vamos a intentar favorecer al máximo las relaciones que se pueden establecer entre sus diferentes componentes (vivos y no vivos). Es más, lo que más nos interesa es favorecer las sinergias que se generan entre estos componentes del ecosistema.
Tal y como menciona Mariano Bueno en su libro llamado “Manual práctico del huerto ecológico” (Editorial La Fertilidad de la Tierra), “se ha podido comprobar que hay plantas que se siente mejor creciendo junto a otras y algunas a las que les molesta ciertas presencias cercanas”. La base teórica de esto es que las plantas, con sus raíces transforman su entorno más cercano (ya sea bioquímicamente como físicamente) y por lo tanto “afectan” a otras plantas bien favorablemente o bien negativamente. Es lo que recibe el nombre de alelopatías, y es algo a tener muy en cuenta a la hora de planificar los cultivos del huerto.
Además, algunas plantas pueden beneficiarse o verse afectadas por otras “simplemente por sus características físicas, hábitos de crecimiento o resistencia a las condiciones climáticas” es el caso de la milpa: asociación de origen prehispánico en el que se asocian judías (que proporcionan nitrógeno al suelo por ser una leguminosa), maíz (que proporciona soporte a las judías por su talle alto) y calabaza (que cubre la tierra proporcionando sombra y manteniendo la humedad del suelo).
En el caso de las liliáceas (familia formada por los ajos, las cebollas y los puerros) y las leguminosas (lentejas, habas, guisantes, garbanzos y judías), se dice que no se llevan bien en el huerto si se siembran juntas. Esto puede deberse a dos características principales de cada una de estas familias hortícolas:
- Las leguminosas viven en simbiosis con unas bacterias que se alojan en sus raíces, que son capaces de captar el nitrógeno atmosférico y fijarlo en el suelo en forma de moléculas asequibles para las plantas. Por eso se las llama también plantas mejorantes del suelo.
- Las liliáceas son conocidas por su poder antibacteriano, debido a los principios activos que segregan.
Sabiendo estas dos características, es bastante intuitivo pensar por qué no se llevan bien… Sin embargo, siempre hay que experimentar las cosas…
Así que esto es lo que hicimos en el CEIP León Felipe, nos convertimos en científicos y científicas, que investigan si es verdad que los ajos y los guisantes/habas no se llevan bien en el huerto. Para ello, planteamos un experimento para observarlo. Previamente, en la pizarra establecimos nuestra hipótesis, y diseñamos el experimento. Después nos fuimos al huerto a sembrar ajos, guisantes, habas y cebollas.
Ahora sólo queda esperar unos meses para ver qué ocurre…
Compartimos en este enlace la ficha didáctica de la actividad para que podáis replicarla en vuestros centros el próximo otoño.